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Capítulo 5

5 Más adelante, el agente Miller, tendría mucho tiempo para reflexionar la expresión: nada es lo que aparenta. Pero en aquel momento, cuando se enteró del enorme charco de líquido rojo bajo la cabeza de la mujer tirada allí, comprendió que aquello no era tan fácil. —Oprima su frente con el trapo, por favor —rogaba el hombre inmovilizado. La mujer, aparentemente estaba inconsciente. Se levantó y comenzó a revisar signos vitales. En el proceso se manchó con sangre y comprendió que no había sido el procedimiento adecuado. Luego, como sucedía siempre, tendría problemas legales por eso. Parecía haber allí, en el suelo, tanta sangre como para llenar un balde grande. “Mierda, esto es grave” pensó. —No se mueva de allí —le advirtió al recién sometido al tiempo que volvía al coche patrulla— urgiré la ambulancia. Abrió la puerta y notó como quedaban tres puntos de sangre marcados en el llamador. Más problemas legales, pensó: Se metió en el coche, tomó el micrófono (porque n

Capítulo 4

4 Entonces, si llegaría a casa antes del amanecer. Miró el reloj del tablero del automóvil y vio la hora: las tres y diez minutos. En menos de diez, si su cabeza seguía manteniéndose lúcida como hasta ahora, estaría doblando por la entrada de su casa. Miró hacia atrás, sus dos hijos, niña y niño, dormían profundamente, tirados, prácticamente, el uno sobre el otro y a su lado, su esposa, que había tratado de mantenerse despierta durante todo el trayecto para no inducirle a él al sueño, yacía, ahora, recostada sobre el vidrio de su derecha. El café tomado en aquel Dunkin de paso era bueno y lo tenía allí ahora. El vaso, tal como los demás ocupantes de la cabina, estaba tirado, hacía más de dos horas, en la papelera de aquel parque donde, a fuerza de necesidad se había tenido que bajar a orinar. La ventaja de que era de noche era que no había nadie para juzgar sus actos. El lunes había comenzado y aunque sólo durmiera un par de horas antes de volver al trabajo, le era indiferent